Tengo Miedos
No soy una persona simple, bueno, un poco si. Pero hasta la persona más simple tiene miedos inconfesables. ¿Y quién soy yo, entonces, para negar que tengo miedos?
Porque de tenerlos, los tengo.

Miedos profundos como la noche sin estrellas. Miedos que queman al pensarlos, y que duelen si se analizan. Miedos que están, ahí, latentes, aunque se traten de ocultar.
Miedo a no ser lo suficiente. Miedo a no volver a querer como la quise a ella un otoño. Miedo a sacarme menos de cuatro en un parcial, y miedo a recursar una materia. Miedo a no encontrar nunca un trabajo, o peor, encontrar un trabajo que odie.
Miedo a que mi celular suene, y miedo a que mi celular no suene. Miedo a los accidentes de la vida. Miedo a desplegar las alas y volar. Miedo de darme cuenta que lo que quiero, no es tanto lo que quiero.
Miedo a hacerme vieja. A llegar sola, o simplemente no llegar. Miedo a no recibirme. O recibirme solo para darme cuenta que esto no es lo mío. Miedo a saber que estoy perdiendo el tiempo.
Miedo a irme de mi país, y miedo a vivir en mi país. Miedo a la falta de tolerancia. Miedo a los corazones rotos. Miedo a que algo duela. Incluso miedo al miedo.
Miedo a que nadie me llegue a querer. Miedo a yo no quererme nunca, la puta madre, eso sí me da miedo. Miedo a mirar hacia atrás para darme cuenta que no hice nada arriesgado ni feliz de mi vida. Miedo a que nadie pueda entrar en mi vida, ni yo en la vida de nadie.
Miedo a que nuestro último beso, sea de verdad nuestro último beso. Miedo a no volverla a ver. Miedo a encontrarla en nuestra esquina. Miedo a hablar con mucha gente alrededor mío. Miedo a hacer el ridículo. A la oscuridad y a las alturas.
Miedo a que me vean siendo débil. Miedo a no ser suficiente, a ser demasiado, bastante, excesiva, menos. Miedos a los sonidos que hay en mi casa a la noche cuando estoy sola, que al fin y al cabo es solo el viento en el techo. Miedo a que solo me quieran por cómo me veo, y miedo a que nunca me quieran por cómo me veo. Miedo a pasarme de inteligente, y miedo a que me vean como tonta.
Miedo a que perder y no poder recobrar la inspiración. Miedo a quedarme sin palabras. Miedo a no poder dedicarle un escrito a quien se lo merece, y dedicarle varios a quien nunca se los mereció.
Miedo, mucho (y muchos) miedos.
Y no siempre son míos esos miedos. Algunos son contagiados, algunos existentes por una circunstancia, algunos nacidos a raíz de otros miedos. Miedos que me trago, que me callo, que los afronto, que los evito y que los grito.
Miedos que no puedo reconocer. Miedos que decido guardar en un fondo de mi mente, esa esperanza de cumplir ese "si no lo veo no existe". Miedos que nunca desaparecen. Miedos que debería usar para acercarme, para querer más y mejor, para abrazar más seguido. Miedos a los que nunca debería decir "hoy no te voy a enfrentar, porque estoy cansada." Cuando, muy en el fondo, solo no quiero verlo a la cara.
Miedos que no debería darme vergüenza, sino que me deberían ayudar a conocerme, a quererme y comprenderme.
El miedo esta tan mal visto como poco normalizado, y es, al final del día, una emoción tan válida como el resto de las emociones.
Y es que me lo digo siempre y nunca lo aplico.
Pero sentir y atravesar miedos, es normal, y hasta está bien.
-Sol Brotzman